El trasfondo de esta noticia es muy profundo. Casi tanto como el lugar donde se ubica: el Valle del Javarí, la zona más remota de la selva amazónica brasileña -dos veces el tamaño de Portugal- y que es el punto del mundo donde habita el mayor contingente de pueblos indígenas no contactados por el hombre blanco.
Hasta bien avanzado el siglo XX, estas tribus vivían aisladas. El Javarí es un reducto, como fueron los kilombos en la época de la esclavitud negra. Allí se han ido refugiando grupos indígenas huyendo de la conquista española primero, y de la esclavitud impuesta por la extracción del caucho después. Luego empezaron a llegar patrullas del gobierno, madereros, buscadores de oro y, cómo no, los misioneros evangélicos pertenecientes al ILV (Instituto Lingüístico de Verano), en sus siglas en español.
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