El trasfondo de esta noticia es muy profundo. Casi tanto como el lugar donde se ubica: el Valle del Javarí, la zona más remota de la selva amazónica brasileña -dos veces el tamaño de Portugal- y que es el punto del mundo donde habita el mayor contingente de pueblos indígenas no contactados por el hombre blanco.

Hasta bien avanzado el siglo XX, estas tribus vivían aisladas. El Javarí es un reducto, como fueron los kilombos en la época de la esclavitud negra. Allí se han ido refugiando grupos indígenas huyendo de la conquista española primero, y de la esclavitud impuesta por la extracción del caucho después. Luego empezaron a llegar patrullas del gobierno, madereros, buscadores de oro y, cómo no, los misioneros evangélicos pertenecientes al ILV (Instituto Lingüístico de Verano), en sus siglas en español.

🔰El principal objetivo de esta organización norteamericana es el de contactar con las tribus más “vírgenes” para traducir la Biblia a sus lenguas y convertirles así a su religión evangelista. Durante décadas, los indios se quejaron de que estos misioneros les cambiaron sus nombres originales; les prohibieron hablar en su propia lengua, vestir sus atuendos originales y hasta hacer sus rituales con sus plantas de poder.


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☢️Además de eso, sirvieron de punta de lanza para que las multinacionales tuvieran acceso a los recursos naturales que rodeaban las aldeas e hicieron de vehículo de enfermedades llevadas por los blancos –hepatitis, gripe, malaria, etc- que diezmaron hasta hoy las tribus. La novedad es que, de un tiempo a esta parte, son ellos los que buscan el contacto con el hombre blanco, bajando de las cabeceras de los ríos donde se refugiaron por orden de sus “pajes” (chamanes) en un pasado no muy lejano, para pedir ayuda contra las enfermedades que los acechan y para las que no encuentran cura en su mundo de plantas.🌿

Así nos lo recordaba hace años Clovis Marubo miembro de esta etnia casi exterminada:

“Nuestros pajés nos decían: «No podemos morar en los ríos grandes, vendrán enfermedades que no tienen cura. Nosotros tenemos que vivir en las cabeceras, donde las aguas son puras.» 💦Nunca vivíamos más de cinco años en un mismo lugar. Cuando la tierra comenzaba a empobrecerse para nuestros cultivos de banana y yuca y la caza a escasear, buscábamos otro asentamiento. Ahora, tras vivir 25 o 30 años en un mismo sitio, la caza queda lejos. Es preciso alejarse dos días a motor para encontrarla. El impacto entre nuestros pueblos es grande».

Muchos misioneros fueron denunciados y expulsados de las aldeas cuando los propios indios que ellos habían educado se dieron cuenta de lo que estaban haciendo. Y, gracias a eso, hoy muchas de estas tribus como los Marubos, los Matis o los Puyanawas han conseguido recuperar sus tradiciones aunque no la salud.

El COVID-19 se ha convertido en una nueva amenaza.🛑